30 abr 2011

HUGO SPADAFORA

María Luz Jiménez lo supo casi con certeza. Esa cicatriz que nacía en el tobillo derecho y terminaba en la rodilla no podía ser de otra persona que de su primo. Era la seña particular que más podría ayudar a identificar el cuerpo, porque el cadáver estaba sin cabeza.
Las autoridades ticas, por su lado, ya estaban esperando los resultados de unos exámenes de las huellas dactilares del occiso, para determinar científicamente de quién se trataba.
María Luz, seguramente, no pudo evitar mirar el resto del cuerpo, aunque es de suponer que lo que veía ante sí no era agradable. El cadáver tenía heridas que dejaban la piel al descubierto alrededor del cuello, muchas de las cuales se prolongaban hacia el pecho, la espalda y el hombro izquierdo. En el lado izquierdo del pecho había un moretón, tres de sus costillas estaban fracturadas y tenía otras heridas con la piel abierta en ambos antebrazos. También presentaba heridas en los genitales, en los dedos de las manos, y en la espalda, una marca: F-8.
Un cuerpo en El Roblito
A la 1:30 a.m. del domingo, 14 de septiembre de 1985, en las oficinas del Organismo de Investigación Judicial de Costa Rica, se recibió una llamada telefónica del delegado distrital de la Guardia de Asistencia Rural de Laurel, Corredores. Era el capitán García Membreño, informando de que en las cercanías del semillero de Laurel había aparecido una persona que "presentaba un machetazo", sin especificar dónde.
Carmen Quesada Alvarado, alcaldesa suplente de Corredores, fue la próxima persona a quien llamaron. Salió en compañía de los oficiales Gonzalo Guevara Agüero, José Rafael Cabrera Badilla y Carlos Navarro Rojas, quienes llegaron poco después al sitio exacto del hallazgo: entrada a El Roblito, debajo del puente del río La Vaquita, 200 metros al este de la línea fronteriza.
Franklin Vargas Valverde, de 18 años de edad, buscaba unas gallinas y se encontró, a la orilla del puente sobre el río La Vaquita, una faja con un nudo. La tomó y caminó unos cien metros más. De pronto desistió de la idea de buscar gallinas. Entonces dio la vuelta, para regresar a su casa. Al pasar por el lugar de donde había recogido la faja y mirar hacia abajo, vio un bulto en el río, parcialmente cubierto con una lona de color verde, desteñida, con la leyenda "Domestic US Mail J 460".
Franklin fue a buscar a su padre, Jorge Vargas Cordero, quien estaba por allí cerca. De boca de Franklin, la noticia llegó a la Guardia Rural. Bajo el puente del río La Vaquita estaba, semisumergido, el cadáver de un hombre.
Destino fallido
El viernes, 13 de septiembre de 1985, Hugo Spadafora Franco salió alrededor de las 8:00 a.m. de su casa ubicada en San Francisco de Goicochea, en Costa Rica, con destino a la avenida Julio Arjona de Chitré, donde la familia Spadafora tenía una casa.
A las 9:00 a.m., Spadafora estaba a bordo de un avión de la línea aérea Sansa, con destino a Coto 47. Viajaba bajo el nombre de Ricardo Velásquez, y su tiquete de avión tenía el número 460024.
En Coto 47, Mario Barrantes Escorcia, como de rutina, esperaba pasajeros que quisieran utilizar su servicio de taxi. El vuelo de Sansa aterrizó a las 10:05 a.m. y se bajaron tres pasajeros. Uno de ellos le solicitó transporte hasta Paso Canoas y se montó en el asiento delantero.
Ya en Paso Canoas, Spadafora sintió hambre. Entró a un café propiedad de Iván García González, El Guapo, y almorzó allí. A las 12:15 p.m. subió al autobús 4B 52, conducido por Alexis López, quien como ayudante tenía a Edwin Núñez.
Más adelante, en un retén de las Fuerzas de Defensa, se subió un agente del G-2, "un hombre acholado". Se trataba de Francisco Eliécer González Bonilla, alias Bruce Lee.
Cuando el bus llegó a Concepción, Bruce Lee bajó a Spadafora y caminó con él las tres cuadras que separaban el Cuartel de Concepción de la parada. En todo el camino, Spadafora iba enseñando su cédula a todo el que se le cruzaba en el camino. "Yo soy el doctor Hugo Spadafora y he sido detenido por miembros de la Guardia Nacional, específicamente del G-2", decía en voz alta.
Eran las 2:30 p.m. del viernes, 13 de septiembre. Fue la última vez que se le vio vivo, en público.
En Corozo
El viernes, 13 de septiembre de 1985, Spadafora vestía un camiseta asedada, con rayas horizontales finas, pantalón café y zapatillas tipo mocasín. Llevaba unos anteojos deportivos, color vino, y de un material semejante al carey.
Barrantes, el taxista, lo describiría después ante las autoridades ticas como "un sujeto blanco, un poco delgado, de buenos modales, pelo lacio hacia atrás, recortado, bien rasurado, como de un metro ochenta".
Ese día, temprano en la mañana, sonó el teléfono en las habitaciones del mayor Luis Papo Córdoba en David. Era Agustín Olmedo de Gracia, militar adjunto de la Embajada de Panamá en Costa Rica, quien quería informarle que Hugo había salido hacia Panamá.
Papo Córdoba llamó entonces a Demetrio Palé Rodríguez, jefe del grupo del F-8, y se inició la persecución. En la frontera designaron al agente de las Fuerzas de Defensa, Julio César Miranda Caballero, alias Muñecón, para que informara del ingreso de Spadafora a territorio panameño.
Entre 3:15 p.m. del día 13, una avioneta de la Fuerza Aérea Panameña sobrevoló el destacamento de Corozo, donde las Fuerzas de Defensa tenían a unos 15 agentes. Mientras la avioneta sobrevolaba el destacamento a baja altura, se impartieron instrucciones al jefe del destacamento, advirtiéndole que en la noche llegaría un "comando" con Hugo Spadafora Franco.
La cocinera del lugar, Aurelia, fue enviada a su casa a las 4:00 p.m. Entre las 7:00 p.m. y las 8:00 p.m., un jeep militar de las Fuerzas de Defensa llegó a Corozo, procedente del Cuartel de Concepción. Allí estaba Hugo Spadafora, ya malherido por los golpes y las torturas, pero vivo.
Lo llevaron a la cocina, lo acostaron en el piso, y fue decapitado por un agente de las Fuerzas de Defensa, con un cuchillo de cocina. Spadafora, mientras tanto, era sujetado por otros soldados, porque se retorcía de dolor.
Terminado el "trabajo", los agentes salieron en dos jeeps militares y arrojaron el cadáver sin cabeza al río La Vaquita. La cabeza la enterraron en el patio del destacamento. Campesinos de El Roblito dirían después que, pasada la medianoche, escucharon dos carros de doble tracción transitar por el área.
El lunes, Aurelia regresó acompañada de un perro llamado 'Pico', que al llegar al lugar donde habían matado a Spadafora comenzó a ladrar y a mostrarse inquieto. "Comenzaron a escarbar en el suelo, en un lugar cuya tierra presentaba rastros de haber sido removida recientemente. Al ver esto, los soldados del destacamento la emprendieron a tiros contra el perro". La cabeza fue desenterrada posteriormente, y nunca fue encontrada.
A la 1:40 a.m. del sábado, 14 de septiembre, las autoridades ticas levantaron el cuerpo encontrado por Franklin Vargas Valverde y lo trasladaron a los frigoríficos de la Delegación Distrital de la Guardia de Asistencia Rural, para ser enviado después a la Morgue Judicial.
"En la frontera sur se escuchó el rumor de que el cuerpo que había aparecido sin vida era del doctor Hugo Spadafora Franco". Los rumores pronto se convertirían en una certeza.
Aunque María Luz Jiménez estaba casi segura de que ese cuerpo era el de Hugo, apenas lo vio, la Policía tica pidió a las autoridades panameñas el envío de las huellas dactilares de Hugo, para compararlas con las del cadáver. El cotejo resultó positivo.
El informe de necropsia de las autoridades ticas estableció que la causa de muerte de Hugo Spadafora Franco fue la decapitación.
Fuentes: Informe de la Comisión de la Verdad de Panamá, 2002; Noriega y la decapitación de Hugo Spadafora, de Guillermo Sánchez Borbón; Diario La Prensa
Los procesos
En 1985, las investigaciones sobre el crimen de Hugo Spadafora duraron tres meses y concluyeron con una solicitud de sobreseimiento.
El caso le costó el puesto al presidente Nicolás Ardito Barletta, quien acogió la idea de crear una comisión especial para investigar el crimen. Manuel Antonio Noriega, Roberto Díaz Herrera y Marcos Justine lo obligaron a renunciar.
En 1990, caído Noriega, se reabrieron las investigaciones. Fueron llamados a declarar todas las personas que formaron parte, casual o intencionalmente, del recorrido que hizo Spadafora antes de su muerte.
El 20 de octubre de 1993, el Tribunal Superior del Tercer Distrito Judicial condenó a Manuel Antonio Noriega, a Francisco Eliécer González Bonilla, alias Bruce Lee, y a Julio César Miranda Caballero, alias Muñecón, a cumplir una condena de 20 años de prisión, por el homicidio.
Bruce Lee está cumpliendo su pena en la Cárcel Pública de Santiago de Veraguas desde el 5 de febrero de 1990. Saldrá libre el 5 de febrero de 2010.
Muñecón ingresó a la Cárcel Pública de David el 29 de enero de 1990. Obtendrá su libertad el 29 de enero de 2010.
Manuel Antonio Noriega está recluido en una cárcel de Florida, sentenciado a 40 años de prisión, por narcotráfico.
Luis Papo Córdoba, Agustín Olmedo De Gracia, Mario Abel Del Cid Gómez, Adán Pittí Guerra, Eliécer Rivera De Gracia, Demetrio Rodríguez Gutiérrez y Jorge Antonio Villa Morales fueron declarados inocentes por un jurado de conciencia.
El entierro
Hugo Spadafora Franco llegó a la avenida Julio Arjona de Chitré, pero en ataúd. Llegó al aeropuerto Marcos A. Gelabert, en Paitilla, al mediodía del jueves, 19 de septiembre, en un avión privado que partió en la mañana de ese mismo día del aeropuerto Juan Santamarí de San José, Costa Rica. En el avión venía su esposa, Ariadne Bejarano, con quien llevaba tres años de casado; su padre, Carmelo Melo Spadafora, y un amigo, Abdiel Juliao.
Fue enterrado en el cementerio municipal Melitón Martín, de Chitré, el 21 de septiembre de 1985.
Melo Spadafora murió poco después, en noviembre de 1985. Ariadne regresó a Costa Rica, su país natal, y volvió a casarse.
Del primer matrimonio de Hugo Spadafora con María Elena Acevedo -de quien se divorció en 1978- le sobrevivieron sus dos hijos: Hugo Spadafora Jr. (34), quien vive hoy en Estados Unidos, y Afrique Marie Spadafora (32), quien vive aquí, en Panamá.

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