22 jun 2008

EL ESPIRITU SANTO...DEJATE LLENAR PANAMEÑO

DECIMAS CRISTIANAS
JOSE CHE Y NANCY
MISIONEROS NUEVO PACTO.



Jn.14: 16 "Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre".
El tema que voy a exponer es sobre el Espíritu Santo que mora en todos los hijos de Dios. Para esto le invito a despojarse de prejuicios y conceptos aprendidos de hombres y no según Dios. Todo lo que no tiene un respaldo y una base coherente con TODA la revelación que el Señor nos ha entregado en la Biblia, no son más que "experiencias" humanas, doctrinas y tradiciones de hombres.
La voluntad de Dios está en Su Palabra, que es la única fuente de toda verdad, fuera de ella solamente hallará confusión y doctrinas de hombres. En Jn.14: 6 el Señor prometió que cuando subiera al cielo, entonces enviaría el Espíritu Santo para que estuviera con los suyos para siempre.
Aquí establece la tremenda diferencia que existe con el período del Antiguo Testamento. Antes el Espíritu descendía sobre una persona para capacitarlo en una tarea específica y luego le abandonaba, esto sucedió en casos muy aislados en el transcurso de la historia de Israel.
En cambio en el Nuevo Testamento el Señor le promete a la iglesia el Espíritu Santo a todos los hijos de Dios, y no solamente para un tiempo específico, sino que para siempre. Porque en el día de hoy, cada cristiano es templo del Espíritu Santo (1Cor.3: 16) "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo MORA en vosotros?". (1Cor.6: 19) "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual ESTÁ en vosotros?". Es concluyente decir a la luz de estos pasajes que el Espíritu Santo mora, está para siempre en cada uno de los que han nacidos de nuevo.
¿Cuándo el creyente recibe el Espíritu Santo? Jesús le enseñó a Nicodemo sobre esta materia y lo registró en las Sagradas Escrituras para nuestra ilustración. La vida cristiana comienza con el nuevo nacimiento "del Espíritu" y el que no ha nacido de nuevo, no tiene acceso al cielo. Jn.3: 8 "así es todo aquel que es nacido del Espíritu".
La conversión o nuevo nacimiento, es obra del Espíritu Santo. Sin la intervención de Él, nadie puede nacer de nuevo. (Stgo.1: 18) "Él, de su voluntad nos hizo nacer". Dios utiliza el poder de su Santa Palabra y la intervención del Espíritu Santo, para lograr ese milagro majestuoso y sobrenatural de la metamorfosis que transforma a un gusano en hijo de Dios.
En consecuencia, nadie podría nacer de nuevo y recibir la seguridad de su salvación, si es que no tiene el Espíritu Santo en él. Porque el que ha pasado por ese proceso maravilloso de la conversión, ahora es templo del Espíritu y Él mora, está y permanece en nosotros. Con toda justicia dice Dios en Su Palabra que (Rm.8: 9) "si alguno no tiene el Espíritu, no es de él".
Ésta obra y bendición que Dios nos entrega a través del Espíritu Santo el día de nuestra conversión es tan compleja, que el Señor emplea diferentes términos para destacar o enfatizar, diversas bendiciones que hemos recibido desde cuando nacimos de nuevo.
Por ejemplo, también llama a esta experiencia el ser "sellado con el Espíritu Santo". Se emplea en alusión a los sellos reales que daban autoridad irrevocable a todos los documentos y leyes que lo tuvieran. Esta figura la utiliza para hacernos comprender el carácter real (del Rey de reyes) e irrevocable que tiene nuestra salvación. Tiene origen divino, está legalizada en un documento oficial (la Biblia) y Dios mismo ha puesto su sello (el Espíritu Santo).
Cuando hace mención al "sello del Espíritu Santo", es para destacar la seguridad plena y absoluta que (1Jn.3: 2) "ahora somos hijos de Dios" y que esa condición no se puede perder. En el infierno no podrá encontrar ningún hijo de Dios.
Quizás un ejemplo, aunque parezca prosaico, nos puede dar una idea del alcance del significado "sellado". Los granjeros marcan sus animales con un sello que nadie puede borrar, y esto lo hacen para que no se pierdan o los roben. Así también el Señor ha marcado sus ovejas con su "sello" y nos asegura que: (Jn.10: 28) Yo conozco mis ovejas y "no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano".
Por lo tanto, cuando se refiere al hecho de haber recibido el Espíritu Santo a consecuencia de haber nacido de nuevo, y lo define como el "sello del Espíritu Santo", no es una experiencia diferente, sino que solamente ahora lo emplea para destacar la seguridad de nuestra salvación que recibimos el mismo día de nuestra conversión.
Ef. 1: 13 "También vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo". Dice que habiendo creído, fuimos sellados con el Espíritu Santo. Esta misma verdad confirma en el Cap.4: 30 "no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención".
El día de la redención es el día del arrebatamiento de la iglesia. Estos dos versículos de Efesios nos dicen que fuimos sellados desde el día en que creímos en el evangelio, y seguirá con nosotros hasta el día que el Señor venga a buscarnos. Es lo mismo que ratifica en Gál.3: 2 "recibimos el Espíritu Santo cuando oímos con fe".
Algunos se asustan con esta tremenda y preciosa verdad, y preguntan si cuando pecamos el Espíritu Santo permanece con nosotros. Antes de responder hemos de establecer algunos principios bíblicos: ¿Existe algún creyente que no peque?
El apóstol Pablo dice en Rm.7: 18-20 "Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo, así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley, que el mal está en mí ...el pecado que mora en mí".
Ni aún el apóstol pudo escapar a esta terrible realidad, que aunque somos salvos judicialmente de la condenación del pecado, y que ahora somos templos del Espíritu Santo y Él mora en nosotros; el pecado también sigue morando en cada uno de nosotros. Pecamos cada día con los hechos, miradas, pensamientos, etc.
Ningún creyente puede pasar ni un solo día en completa santidad sin pecar, y si alguno dice que no peca, ya ha pecado, mintiendo. En 1Jn.1:8 dice de los cristianos: "Si decimos (el apóstol se incluye) que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros".
El alcance de esto es que si creemos que el Espíritu Santo está en nosotros solamente cuando no pecamos, y sabiendo que pecamos diariamente, NUNCA tendríamos el Espíritu Santo con nosotros. Y si no tenemos el Espíritu, no somos de él.
Como el Espíritu Santo no nos abandona, es que nos puede redargüir cuando pecamos. Se constriñe, se duele, pero no nos abandona. Se queda y nos exhorta hasta hacernos volver al Señor.
Alguno preguntará ¿Y qué hay de aquellos que pecaron y permanecen en el pecado y nunca regresan a la comunión con el Señor? La respuesta es muy simple: Nunca fueron del Señor.
Un creyente puede caer, pero no permanecer en esa condición indefinidamente. El hijo pródigo se fue muy lejos, pero aún apacentando cerdos fue redargüido hasta hacerle volver en sí. Únicamente de esta forma pudo regresar a la casa de su padre. Nunca se puede dejar de ser hijo de Dios, porque el Espíritu Santo jamás nos abandona.
Habiendo establecido este principio bíblico básico, que todos los que creímos el evangelio, por ser una obra Suya al intervenir directamente en nuestro nuevo nacimiento; ese mismo instante de nuestra conversión recibimos el Espíritu Santo, el cual permanece para siempre en nosotros, porque pasamos a ser templos del Espíritu. Ahora estamos en condiciones de esclarecer los otros términos o definiciones que utiliza la Biblia, para referirse al Espíritu que mora en nosotros.
En otras ocasiones he puesto el mismo ejemplo, lo vuelvo a mencionar porque me parece muy claro. El Espíritu Santo es como un precioso diamante que Dios ha puesto en nosotros, donde cada una de sus caras refleja un color diferente de esa luz divina, pero continúa siendo una sola joya:
-Nacer del Espíritu. -Recibir el Espíritu Santo. -El derramamiento del Espíritu. -Ser sellado con el Espíritu. -La unción del Espíritu. -El bautismo del Espíritu.
Cada una de estas facetas proyectan, reflejan diferentes colores de esa Persona de la trinidad de Dios que vino a morar en nosotros el día que nos hizo nacer de nuevo, pero continúa siendo una sola experiencia, como también es una sola la Persona del Espíritu Santo. Es un solo diamante con diferentes cortes que el Artista divino ha esculpido para que lo apreciemos mejor.
Por ejemplo, en 2Cor.1: 21 emplea indistintamente el "sello" y la "unción". Dice: "el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones". Arras es lo que se entrega en prenda y señal de un contrato, especialmente en los tiempos bíblicos cuando no existían los documentos legales que lo acreditaran.
Pablo, escribiendo a los cristianos más carnales del Nuevo Testamento, a la iglesia de Corinto les dice: "el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado". En este pasaje se establecen varias verdades que en nuestros días han sido puestas de lado por los hombres.
En primer lugar se determina en forma categórica e incuestionable que el que unge con el Espíritu Santo, es Dios. Ningún hombre puede, sin faltar a la verdad, atribuirse ese derecho que le corresponde solamente a Dios.
Y en segundo lugar, que aquí dice que ser ungido es ser sellado con el Espíritu Santo. Es lo mismo que leímos en Ef.1: 13 "habiendo creído en el evangelio, fuisteis sellados con el Espíritu Santo".
Esto comprueba que ser "ungidos" se refiere a la experiencia de todos los que hemos creído el evangelio. Y sucedió obviamente el mismo día de nuestra conversión.
No podría ser de otro modo, porque la unción fue representada en el Antiguo Testamento, por el acto de ungir con aceite a los reyes y sacerdotes en el día que eran asignados por Dios para esas funciones. Es decir, primero eran ungidos, luego cumplían sus deberes como reyes y sacerdotes. La unción se realizaba para reconocerles como tales.
En el Antiguo Testamento Dios nos habló por medio de figuras, sombras de la realidad que habría de venir. Todos entendemos y reconocemos que el aceite representa al Espíritu Santo. Y como la Biblia establece que ahora TODOS los hijos de Dios somos reyes y sacerdotes, es fácil de comprender por qué dice que todos somos "ungidos".
Ap.1: 6 dirigiéndose a todos los creyentes, nos dice que: "somos reyes y sacerdotes. 1Pd. 2: 9 también nos recuerda que somos "real sacerdocio". Por lo tanto resulta muy natural que diga que todos fuimos ungidos.
Esto es lo que confirma igualmente en 1Jn.2: 20 hablando de una experiencia que es común a todos los creyentes. Dice dirigiéndose a todos los hijos de Dios: "vosotros tenéis la uncióndel Santo". Y en el vr.27 añade: "la unción que vosotros recibisteis, PERMANECE en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera".
Resulta muy evidente por medio de estos pasajes que TODOS los creyentes somos ungidos del Señor. En la iglesia no existen algunos "privilegiados" que sean ungidos y otros no.
Existe en algunos la creencia (porque así se les enseñó) que únicamente los que somos pastores somos los "ungidos". Pero eso no es correcto a la luz de la Biblia. Al igual que los romanistas que sostienen que solamente los del clero son sacerdotes, y menos aún los que consideran "santos".
Entre los evangélicos está propagado el mismo error, pero con la gravedad que se acostumbra llamar solamente al pastor como "el ungido". Y denominar a esa única persona en la iglesia, en forma singular: "el ungido", eso es suplantar a la persona bendita del Señor Jesucristo.
Siempre que la Biblia utiliza "el Ungido" en singular y en forma específica, es para referirse al Señor Jesucristo. A él solamente le corresponde ese nombre: "el Ungido". Todo otro que lo emplee en singular, desconociendo que el resto de la iglesia también son los ungidos, esa persona ha traspasado gravemente los derechos que le corresponden exclusivamente al Señor, y estaría suplantando o colocándose en el lugar de Cristo. Y la Palabra de Dios llama a los tales: "Anticristo".
La unción del Espíritu es un término que se emplea muy poco en el Nuevo Testamento. En Hch.10: 38 refiriéndose al Espíritu Santo cuando descendió sobre el Señor Jesucristo en forma de paloma, en el momento en que se bautizó en el río por Juan dice: "después del bautismo que predicó Juan, Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret".
Aquí se ve muy claramente que cuando el Señor fue ungido, no habló en lenguas. Él, quién se sometió a todas las experiencias espirituales del cristiano, incluyendo el bautismo en agua, jamás habló en lenguas.
También es absolutamente antibíblico hablar de una "segunda unción", o una doble unción o triple unción; o que alguien pueda recibir una tonelada de unción. Aunque para algunos parezca una necedad el solo hecho de mencionarlo, debo aclararlo, porque son términos muy usados por los comerciantes de la fe.
El Señor dice en Jn3: 34 "Dios no da el Espíritu por medida". Él no nos entrega la mitad el día de nuestra conversión y después el doble del Espíritu, o un kilogramo cuando aceptamos al Señor, para posteriormente entregarnos una tonelada. El solo hecho de mencionar estas definiciones, me resulta incómodo e irreverente. Me cuesta aceptar que puedan existir personas con un grado de inteligencia tal, que crean estas necedades, pero el Señor dijo que "amarán más la mentira que la verdad".
El día de nuestra conversión somos transformados en una nueva criatura, con una doble naturaleza, la carnal y la espiritual. La que alimentemos más, será la que se exteriorice en nuestras vidas. Si nos alimentamos diariamente de la Palabra de Dios y vamos continuamente hasta el trono de su Gracia en oración, creceremos espiritualmente, pero eso no significa que el Espíritu vaya creciendo en nosotros, simplemente que irá tomando más control de nuestras vidas.
Este precioso don del Espíritu Santo, solamente en dos ocasiones fue entregado por medio de la imposición de manos de los apóstoles y fue hecho de esa forma excepcional, por motivos muy específicos que no se vuelven a repetir.
En Hch.8 cuando Felipe predicó por primera vez a los samaritanos, éstos creyeron y Dios retuvo el descenso del Espíritu Santo sobre ellos, hasta que vinieran los apóstoles Pedro y Juan, para que fueran testigos oculares que Dios no hacía acepción de personas, porque judíos y samaritanos no se trataban entre sí. De esta forma la iglesia de Jerusalén aceptó sin discusión el testimonio de los apóstoles, y Dios impidió una división en la iglesia que estaba naciendo.
En Hch. 19 un grupo de discípulos de Juan el Bautista habían creído en el Señor Jesucristo, pero ignoraban la existencia del Espíritu Santo. Pablo les enseñó, fueron bautizados; entonces el apóstol puso sus manos sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo.
Existieron señales que fueron hechas exclusivamente por los apóstoles, y obviamente que solo para el tiempo de ellos. A ellas apeló Pablo para defender su apostolado. 2Cor.12: 12 "las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros"
Bien sabemos que esa no fue la norma como descendió el Espíritu Santo en la iglesia primitiva, solamente fueron excepciones por motivos particulares. Aún en el día de Pentecostés vemos que los tres mil que se convirtieron, recibieron el Espíritu Santo directamente de Dios, y no por imposición de manos.
Antes de concluir quiero referirme al bautismo con el Espíritu Santo. Hch.1: 5 dice: "Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días".
Durante la fiesta de Pentecostés el Espíritu Santo descendió por primera vez sobre los cristianos, en esa ocasión (Hch.2: 17-18) se le definió como "el derramamiento del Espíritu Santo".
Aquí vale destacar dos grupos que fueron bautizados con el Espíritu Santo. Primero descendió sobre 120 que comenzaron a hablar en más de 16 idiomas, dejando atónitos a la multitud que les oía hablar en sus propios idiomas maternos, porque se habían congregado en ese lugar, judíos que venían de diferentes lugares del mundo. Luego Pedro predica el evangelio, se convierten como tres mil y también fueron bautizados con el Espíritu (vr.38), pero éstos no hablaron en lenguas.
El descenso del Espíritu durante la fiesta judía de Pentecostés, fue en forma espectacular para que el mundo creyera. Y tomando el relato en su conjunto, vemos que para el mismo acontecimiento la Biblia emplea diferentes términos. Hch.1: 5 "el bautismo del Espíritu Santo". Hch.2: 17 "el derramamiento del Espíritu Santo". Hch.2: 38 "el don del Espíritu Santo".
Sé que algunos quieren separar la expresión "bautismo con el Espíritu Santo" para atribuirla al hecho particular cuando los 120 hablaron diferentes idiomas, pero eso es forzar las Escrituras, porque es incuestionable que los tres mil que se convirtieron ese mismo día, también recibieron el Espíritu Santo y no hablaron en lenguas.
Creo que primeramente es necesario establecer el significado de la palabra "bautismo". Aquí todas las denominaciones coinciden al explicar que ese es un vocablo procedente del griego y que significa: sumergir, zambullir, meter dentro. Por este motivo cuando se practica el bautismo en agua, se mete dentro de ella a la persona que se bautiza.
Eso es lo que significa y ningún diccionario de extranjerismos resiste otra interpretación. Entonces ¿por qué cuando se trata del bautismo con el Espíritu Santo se cambia su significado? ¿Con qué autoridad se hace?
No podemos manipular las palabras para que digan lo que nosotros queramos creer, eso no es inteligente ni correcto. La palabra bautismo significa únicamente eso y así debemos interpretarla.
Incluso en el mismo contexto de este pasaje de Hch.2 se aprecia con nitidez que ese es el sentido con el cual se emplea aquí. Dice aún sobre el bautismo en agua, que los que fueron bautizados: fueron añadidos a la iglesia. Hch.2: 41 "Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieronaquel día como tres mil personas". Vr.47 "Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos".
Cuando la Biblia habla de ser bautizados con el Espíritu Santo, es para enseñarnos que hemos sido "introducidos dentro" del cuerpo, que fuimos añadidos a la iglesia. El creyente nace de nuevo y es incorporado a la iglesia universal de Cristo el mismo día de su conversión.
Si el Señor hubiera venido el mismo día de su conversión, Ud. se hubiera ido con él, porque ya formaba parte de Su iglesia, la cual él vendrá a buscar. Es evidente entonces que emplea la definición de "bautizar con el Espíritu" para señalar que somos "introducido dentro" de la iglesia universal.
Eso es lo que nos enseña también en 1Cor.12: 13. En el versículo anterior y el que sigue, está hablando del cuerpo de la iglesia, y dice en el vr.13: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo".
En este cap.12 establece de una forma perentoria que no todos hablan lenguas, porque existe diversidad de dones, pero sin embargo instituye una verdad innegable: que TODOS los que formamos parte de la iglesia del Señor, hemos sido bautizados con el Espíritu Santo.
Apreciado hermano en el Señor, desde el mismo día que creyó, tiene el Espíritu Santo morando en usted, porque ahora es templo de él. Deje que el Espíritu Santo se manifieste en su vida, dando los frutos que indica la Palabra de Dios (Gál.5: 22) "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza". Que así sea.
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